Nuestro
alumnado de 2º de Bachillerato realiza una reflexión en la asignatura de Historia
de la Filosofía acerca como imaginan que será su vida cuando tengan 30 años.
Dónde vivirán, cuál será su trabajo, tendrán hijos o no, estarán realizando
alguno de sus sueños… Una vez situados allí se les propuso que lanzasen un
mensaje positivo desde allí al presente.
Algunos de estos escritos los exponemos aquí quedándonos con una de sus frases porque… no hay nada escrito, nosotros mismos con
nuestros actos somos los que escribimos nuestra historia a diario y somos los
que podemos cambiar nuestro mañana.
Texto de Carla Campoy Aldana
A veces pienso que mi vida hoy en día con treinta años, es un muy diferente a como yo pensaba que sería. Cuando era una niña solía pensar que con esta edad estaría en Madrid, bailando y cantando. Cumpliendo mi sueño ¡Que ilusa! Las cosas que una piensa… Lo cierto es que sigo viviendo en el mismo pueblo. Feliz, eso sí. Pero viendo a la misma gente, y con la preocupación que tenía mi madre, llegar a fin de mes. Tengo una familia con la que soy plenamente feliz. Un niño precioso, risueño y que le gusta mucho bailar. Una pareja que me quiere y me cuida y que me hace sentir como el primer día. Trabajo en algo que me gusta mucho, soy nutricionista, porque así lo decidí en su día. Mi sueño cuando era más joven, era ser veterinaria, ya que adoro los animales. Pero no me resultó fácil. Y tuve que decidirme por mi segunda opción.
Aunque a veces volvería al pasado… quizás para hacerme ver a mi misma que estoy perdiendo el tiempo, pensando en lo que no debo pensar. Agobiándome por cosas que no tienen la menor importancia. He jugado mucho con los estudios, no tomándomelo en serio.
Tal vez volvería al pasado para decirme que, la vida nunca nos pone frente a situaciones que no podamos superar. Que con el miedo no llegamos a ningún sitio y con no intentar no logramos nada. Pero claro, de esas cosas me doy cuenta hoy que tengo treinta años, hoy que ya no puedo volver atrás. Me hubiera gustado poder ser yo misma en todo momento, y no dejarme llevar por personas que no aportaban nada en mi vida. Pero por todo lo demás, doy gracias por la vida que llevo, las personas que han aparecido en ella y lo a gusto que estoy hoy, de ser por fin yo misma.
Texto de Manuel Teodoro Valdivia
Vallejo
Acabo
de despertar, pero aún todo está en silencio y a oscuras, casi parece una
ciudad fantasma, pronto me preparo para ir al trabajo. Un pequeño despacho con
una estantería, un escritorio y un ordenador; es un lugar apacible donde
trabajar se hace una tarea fácil, pero al poco de comenzar la jornada tanto la
oficina como la ciudad se empiezan a animar.
Apenas
al abrir el bufete han llegado algunos clientes; normalmente suelen llegar para
realizar consultas, otras veces para realizar auditorías; pero claramente eso
no ocurre todos los días.
Hoy
se me ha presentado un caso bastante sencillo, pero a la vez difícil.
Ahora
que recuerdo, recibí una llamada hace poco exponiéndomelo, pero al parecer
aquella persona no era mi cliente si no una persona cercana a él que está
preocupada por su situación; este hombre estaba deprimido y desesperado por lo
que le había ocurrido, pero se avergonzaba un poco de ello y de que no se
pudiese hacer nada, así que no quería recurrir a nadie más para que le ayudase,
ya que muchos otros abogados con los que se había citado se negaron a llevar su
caso.
“Es
un caso en el que nadie quiere verse inmerso, un trabajador experimentado que
ha sido despedido después de veinte años trabajando para la misma empresa. Un
hombre cuya vida giraba en torno a su trabajo ha sido destituido de su cargo
por un ‘ERE’ fraudulento; pero a su vez han contratado personal más joven, sin
experiencia y con un contrato de aprendizaje.”
Lamentablemente
este no ha sido mi primer trabajo de esta índole.
Tras
escuchar detenidamente sus palabras decido citarme con ellos. Después de
regresar de la hora del almuerzo un compañero me comenta que hay unas personas
esperándome, supongo que son ellos, así era, un hombre con aproximadamente unos
cincuenta años y otro más joven de unos treinta, este último era la persona que
me expuso el caso anteriormente, al parecer es su yerno. Mi primera impresión
de ellos fue de una familia humilde en la que se apreciaba en ellos el efecto
de estas circunstancias.
Los
hice pasar a mi despacho y que tomasen asiento, antes de empezar la reunión les
pregunté si deseaban tomar algo. Comencé a hacerles unas preguntas referentes
al caso, en conclusión, esto es lo que saqué de ellas:
“Esta
empresa se dedicaba a la industria textil, no tenía un mercado muy amplio, pero
tampoco limitado. Mi cliente trabajaba en el departamento comercial, así que la
causa a parte de este fraude no pudo ser debido a su edad ya que no le
impediría realizar su trabajo correctamente. Durante esos veinte años, nunca
hubo ningún tipo de problema con su jefe, ni faltó nunca al trabajo a pesar de
que se pusiese enfermo.”
Terminando
la reunión, el yerno desesperado por la situación de su suegro me pregunta si
podría aceptar el caso.
Lo
acepté diciéndole:
“Usted
no se preocupe, llegaré hasta el Tribunal Supremo si hace falta. Está claro que
ha sido un procedimiento fraudulento y que este juicio está ganado”
Tras
dar por terminada la reunión me he dado cuenta de que mi jornada había
finalizado, por lo que me doy por satisfecho y decido regresar a casa.
Al llegar aquí,
he recordado como era en el pasado y me gustaría poder decirme: “MAXIMIZA TUS
PRIORIDADES, PERO NO TE OLVIDES DE LO QUE TE RODEA Y DISFRÚTALO”
Texto de Maria José Andrades
Sánchez
Todos cuando tenemos 12 o 13 años nos preguntamos cómo
será nuestra vida a los 30 años. Pues ahora ha llegado el momento en el que
tengo 30 años, y mi vida no es exactamente como imagine con 12 o 13 años, pero
no puedo quejarme.
En estos momentos creo que mi vida no podría ir
mejor, tengo la titulación de la carrera que quería cuando estaba en
bachillerato. Trabajo en un centro de menores ayudando a todos aquellos niños
que por desgracia no le ha tocado una buena vida y han acabado aquí. Me levanto
cada día con mucha ilusión, porque sé que gracias a mí, esos niños el día de
mañana cuando tengan que salir solos a la calle, sin mi ayuda, sé que serán
unas muy buenas personas. Aunque no
hayan tenido suerte en la vida, gracias a todo lo que han aprendido conmigo y
demás educadores, han crecido con mucho cariño y alegría.
Quién me iba a decir años atrás que estaría tan
contenta con la profesión que elegí, a pesar del trabajo y esfuerzo que me
costó la carrera, la volvería a hacer una y mil veces más.
Ahora dejando los estudios atrás, hablare de mí día
a día. Vivo en una casa en Madrid, no
tan al centro pero es una casa muy acogedora y bastante bonita. Esta casa y
vida la comparto junto a mi pareja con la que estoy desde que estábamos en 4º
de ESO y a la que espero que sea el padre mis futuros hijos.
En resumen tengo una vida estupenda, distinta a la
que imaginé, pero es perfecta y no la cambio por nada.
Mi consejo para mi yo del pasado; No te rindas nunca, prosigue y no olvides que lo que haces en el pasado, es lo que serás en tu futuro. Así que ánimo, tu puedes. ¡¡ A por todas !!
Escrito de Adrián Cortés
Gavira
Hola, me llamo
Adrián, y tengo 30 años. Actualmente vivo en Cádiz. Me casé con 28 años, y recientemente hemos tenido nuestra primera
hija: Blanca. Me alisté en el ejército tras terminar bachillerato, con 20 años.
Con 19 años
cumplí uno de mis sueños más esperados: comprar mi primer coche, en mi caso una
furgoneta que poco a poco acomodé como auto caravana. Desde entonces, mi mujer
y yo hemos recorrido cada rinconcito que hemos podido de España, de camping en
camping y de pueblo en pueblo. A parte, también viajamos cuando podemos fuera
de España: Francia, Italia, Portugal...
Mis aficiones
siguen siendo prácticamente las mismas. Hago deportes en general, destacando el
ciclismo de montaña, el senderismo y airsoft. Como afición nueva, he aprendido
a tocar la guitarra.
Con estos años ya recuerdo mi adolescencia. Habría
cambiado algunas cosas como sacarme bachillerato en 2 años en vez de 4. De esa
época recuerdo una frase que siempre me ayudaba en los momentos difíciles y me
empujó a seguir: ``el destino es la promesa de seguir adelante cada día´´. No
creía en el destino, y sigo sin creer en él. Pienso que no hay nada escrito y
que nosotros mismos con nuestros actos somos los que escribimos nuestra
historia a diario y los que
podemos cambiar
nuestro mañana.