¿Para qué sirve la Filosofía?
Así comencé
el presente curso. Me dirigí con mirada sospechosa a mi adormilado y expectante
alumnado el primer día de clase y lancé la pregunta.
Tras unos minutos de incómodo
silencio, debo admitir que la prudencia del alumnado al comienzo del curso suele
ser intachable, avancé un poco en la cuestión. Así planteé otra pregunta:
¿Qué es algo útil?
Resulta muy obvio, tal vez demasiado
hoy día, lo que es algo útil. Parece claro que algo práctico y que reporta
beneficios económicos lo es.
Por eso un estudiante aventajado
pudo decir que la filosofía es útil si le permite aprobar. Pudo incluso ir más
lejos y observar que una buena nota le beneficiará en selectividad y estudiando
una carrera con perspectivas de trabajo tendrá mayores posibilidades de
encontrarlo, la filosofía es un medio para ese fin. En este caso, si
desapareciese del currículo, no tendría la menor importancia el que haya una
serie de personas que dediquen su tiempo a plantearse la realidad de otro modo,
a criticar el presente, a hacerse preguntas.
Y si extendemos esto a las
humanidades en general… ¿Qué beneficios reportan al mercado? ¿Y los científicos
si se dedican a investigar para saber, simplemente? ¿Sin escuchar atentamente
las necesidades utilitarias o prácticas que marca la economía?...
Si seguimos estos derroteros
argumentativos, se podrá concluir que poco valor utilitario tienen las grandes
obras culturales del ser humano y menos tendrán, entonces, los pequeños gestos.
Así, de qué sirve el bello rostro de una joven si no está en un cartel
publicitario y sólo fascina a su enamorado, o la utilidad de la sonrisa de un
bebé provocada simplemente por la mirada cómplice de su madre, o el sueño plácido
de un anciano que se sabe querido y protegido por los suyos. ¿Dónde queda la
poesía, el arte, la extraordinaria riqueza del mundo natural si no se pueden
comprar, si no cotizan en bolsa?
Aclarada la cuestión, podemos fácilmente responder a la pregunta que
lancé al principio, respuesta que vale para las humanidades en general y la
ciencia que no persigue intereses prácticos; la devastadora afirmación no se
hizo esperar:
La filosofía entonces no sirve para nada…
Llegados a este punto podemos
empezar a sentir que algo falla, que por este camino nos estamos perdiendo, por
muy coherente que sea, con la dinámica del presente. Porque si empezamos a
perder la capacidad de sublimación, de trascendencia, la búsqueda del saber por
el saber mismo, la creatividad y el placer estético, si no gira todo en torno a
la dignidad humana, qué queda.
Ahí puede jugar un importante papel
la filosofía. Y es que ante la vorágine de consumo impulsivo, filosofar es
frenarse y observar, pensar. Porque ante todo filosofía es pararse.
Y desde la propia filosofía podemos
encontrar otro concepto de lo útil. De modo que siguiendo del interesante
ensayo de Nuccio Ordine La utilidad de lo
inútil “se define lo útil como aquello que nos hace mejores”.
“Por tanto, queridas alumnas y alumnos, de aquí en adelante podrán comprobar que aquí
si tiene un espacio importante la filosofía, mucho tenemos que debatir y hacer.
Atentos porque comienza nuestro curso de filosofía”.